lunes, 12 de septiembre de 2011

CRÓNICAS DOMINICANAS XI

En esta ocasión os contaré la grata impresión que me está creando nuestra nueva etapa en la isla del merengue y el brugal.
Desde hace varios meses decidimos ponernos a buscar un lugar en donde tuviéramos acceso a los servicios de forma más cómoda. El hecho de tener que mover la camioneta para ir a hacer la compra me desequilibraba el aspecto medioambiental de mi paso por este planeta y de verdad que mi rodilla siente en negativo tantas horas en el carro.
San Cristóbal fue nuestra primera opción, pero en varias ocasiones en las que nos habíamos decidido por un apartamento, finalmente alguien se adelantaba y nos quedamos sin casa. Además San Cristóbal es una ciudad sin gracia ni nada que hacer, situada a 20 km de la capital y muy aburrida.
El destino puso en nuestra mente la ciudad colonial de Santo Domingo como objetivo. Lo habíamos pensado pero tal vez la lejanía nos había echado para atrás. Sin embargo, las distancias que recorría desde la playa hasta la zona de trabajo son similares y el trayecto de Ana desde la playa hasta la universidad supone un esfuerzo de tiempo y dinero para ella.
Así que nos decidimos y comenzamos la búsqueda en la Zona (así se le llama por aquí).
Desde hace una semana vivimos en una pequeña casa colonial en el centro de la ciudad de Santo Domingo. Es una vieja casa que fue dividida en dos apartamentos y nosotros vivimos en el de arriba. Tiene un balcón a la calle con unos mosaicos muy chulos que la hacen singular, diferente.
Lo cierto, y todo hay que decirlo, es que el primer día cuando me fui a bañar, traté de corregir la posición de la alcachofa de la ducha y se cayó, el desagüe no drenaba y un interruptor me dio corriente, pero después de unos gritos con la casera y unos arreglos que se supone que van a hacer me siento muy a gusto.
Y es que la calle donde vivimos es lo más alternativo de toda la zona. Tiene un bar en la esquina que tiene conciertos de música reagge, rock y africana (ni una sola bachata), una muchacha crea sus complementos y ropa que vende en una parte del local donde se encuentra el bar, y hay un restaurante vegetariano (muy rico) a 20 metros que es regentado por una banda de rastas que son muy graciosos.
Un poco más arriba de la calle, hay un bar donde tomar vermout los fines de semana (estoy que no me lo creo!!) y echar tu pinchito de tortilla. En el mismo sitio un diseñador rollo chueca fabrica y vende sus alpargatas al viejo estilo pero con otras telas más ligeras (la chancleta sale a 30 eurakos pero es una cosa alegre y bien diseñada).
Todo esto solo en nuestra calle, que es pequeña, el resto de oferta es espectacular para quien proviene del aislamiento más absoluto.
Comenzando por mi señal de internet que aunque lenta para nuestra costumbre, al menos  me permite adjuntar archivos de más de 50kb. Hay una escuela de baile con gente interesante y el barrio está lleno de gente que se gana la vida vendiendo sus cosillas de forma ambulante (chiripeo en dominicano) y expresando su arte en forma de pintura, música, escultura, artesanía, ropa o venta de libros. También tenemos una cafetería con máquina de espresso (mmmmm!! Y yo que había dejado el café) y del orden de unos 5 teatros en el barrio.
Para los que conocen Guatemala, la ciudad colonial es como Antigua pero en este caso , ubicada en el centro de la ciudad capital y ritmo caribeño de bachata, merengue y reaggeton. Un lugar lleno de turistas pero con un encanto muy especial, y ese potencial de mantener tu curiosidad viva pues no sabes qué puedes encontrar detrás de cada gran portón de cada casa colonial.
La ciudad colonial despierta en mi esa sensación que crea en mi cada viaje a Barcelona, una ciudad llena de todo, de nada, de cualquier cosa. Solamente abre los ojos y recibe con alegría lo que cada puerta y ventana tiene al otro lado
Lo cierto es que nunca pensé que la ciudad de Santo Domingo me fuera a embrujar pero la vida tiene sorpresas cuando un@ menos lo espera. Venid y probarlo que tenemos un sofá cama de IKEA que hasta yo tengo ganas de estrenar.

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